viernes, 16 de mayo de 2008

Moda en torno a 1808

En España el tránsito del siglo XVIII al XIX tiene lugar durante los reinados de Carlos IV (1788-1808) y Fernando VII (1813-1833), monarquías absolutistas sustentadas en las clases privilegiadas -clero y nobleza- que gozaban de gran poder político y económico.

Estas tendencias políticas e ideológicas tendrán su reflejo en la forma de vestir de cada uno de estos sectores de la sociedad.
A finales del XVIII, Madrid, como capital y corte, era la pasarela de las modas: desde la segunda mitad del siglo XVIII, lo extranjero y castizo coexistían y se oponían, pero también se influían mutuamente.

MODA INTERNACIONAL (sobre todo francesa)

Desde el punto de vista artístico, el Neoclasicismo, caracterizado por la sencillez, el equilibrio, la precisión y el orden, es adoptado como estilo oficial, por un aparte, por los primeros gobiernos republicanos franceses, que relacionan su "democracia" con la de la Antigua Grecia y la República romana, y, por otra parte, por Napoleón, que intenta emular, en su propio Imperio, el estilo romano.
La influencia de este nuevo estilo afectará también a la indumentaria de la época. Así, el paso del absolutismo al liberalismo se traduce en la moda masculina en la sustitución del traje cortesano o "traje a la francesa" confeccionado con ricos y vistosos tejidos de seda, y formado por casaca, chupa y calzón-, por el burgués, compuesto por prendas más sencillas, que permitían más libertad de movimiento y reflejaban menos las desigualdades sociales. La nueva sociedad reclamaba una nueva apariencia, más sencilla y natural, en clara relación con la anglomanía y el Neoclasicismo. Es en la indumentaria de la mujer en la que se produce el cambio más radical.


Ahora se lleva el denominado "vestido camisa", que presenta una silueta vertical, como una columna en la que los pliegues serían las aristas, y emula a las estatuas clásicas. Este vestido, confeccionado con finas telas blancas de muselina, preferentemente de algodón, tiene el talle alto y no lleva artilugios interiores, lo que aporta sencillez y libertad de movimientos.
La finura de estos tejidos determina el uso como prenda de abrigo, jubones muy cortos –denominados spencer en el resto de Europa-, y chales muy estrechos. Los zapatos son planos y el pelo, corto y rizado, o recogido en un moño con guedejas, imitando a las mujeres clásicas.
En cuanto a la vestimenta del hombre, aunque en la corte los trajes todavía fueran de seda, y bordados, para la vida diaria se prefieren cada vez más sencillos, siguiendo la simplicidad y funcionalidad inglesa, con el colorido monocromo y oscuro y los tejidos más sobrios y de algodón o lana, en lugar de seda.

La casaca, que se va haciendo cada vez más estrecha en cuerpo y mangas mientras que su cuello continúa subiendo, va perdiendo protagonismo frente al frac, prenda que aparece en la segunda mitad del siglo XVIII; y la chupa, frente al chaleco, única prenda en la que se permite la decoración, que ya no lleva mangas, es recto y llega a la altura de la cintura. Al mismo tiempo el calzón va siendo sustituido por un pantalón, en principio de punto muy ceñido y metido en botas altas.


Como abrigo siguen llevando, preferentemente, la capa y el capote, pero también otras prendas como el redingote -una especie de abrigo-.
La peluca, que en los años 90 prácticamente desaparece, da paso a comienzos de siglo al pelo corto a la manera de los clásicos.


Las mujeres, utilizan las sedas suntuosas (en raso, terciopelo...), bordadas y con encajes. Los vestidos de las mujeres, aunque mantienen la misma silueta de talle alto, pierden ligereza y se recobra la "decencia", con las mangas, drapeadas o abullonadas en los hombros, más largas y los escotes más cerrados. Como prendas de abrigo continúan usando sobre todo el chal, los más apreciados fueron los de Cachemira, en tejidos de lana muy fina y con dibujos típicos de palmas y atractivos y variados colores, que se convirtieron en signo de elegancia y riqueza.


MODA DE LOS MAJOS

En paralelo a la moda internacional, en España se da otra propia de un colectivo social muy diferente, un determinado sector del pueblo; son los denominados majos, que reivindican lo castizo.


Los majos vivían en determinadas zonas de Madrid -el barrio de Maravillas, el barrio de Lavapiés...- se diferenciaban cultural y socialmente de otros barrios de la zona centro más influenciados por las modas internacionales, especialmente en cuanto a indumentaria y diversiones se refiere. Con el tiempo los majos fueron apareciendo en otras ciudades y, a finales del XVIII y principios del XIX (periodo en el que fueron conocidos también como “goyescos”) su forma de vestir fue adoptada por las clases privilegiadas (Duquesa de Alba, Condesa de Chinchón, etc.), que imitaban a las clases populares, aunque con materiales más lujosos. Este fenómeno es al que algunos estudiosos denominan "majismo", y es precisamente en esta adopción, ya a comienzos del XIX, en la que queda más clara la connotación política de la indumentaria: se intenta responder a la invasión napoleónica con la exaltación de símbolos autóctonos.

El gusto por lo popular estaría en relación también con el hecho de que la Revolución Francesa favoreciera las costumbres plebeyas y con que esta actitud popular y castiza fuera fomentada por Carlos IV y María Luisa de Parma.
La maja usaba jubón ceñido, con haldetas y manga estrecha; faldas de colores o guardapiés con delantal; cofia, funda de tela para recoger el pelo; y pañuelo al cuello. Pero para salir a la calle, desde la década de 1870 y 1880 (y, por tanto, también en 1808), era imprescindible, independientemente de la clase social a la que perteneciera la mujer, ponerse una basquiña negra, en general de tela más rica (aunque debajo llevara una "traje a la francesa"), y una mantilla negra o blanca que les cubría la cabeza. Era tan frecuente este atuendo que los viajeros de la época lo denominaban "traje nacional español" en sus escritos.


Cuando, a principios del XIX, la línea del vestido neoclásico se impone, las basquiñas la seguirán, haciéndose más estrechas y altas de talle. Con el nuevo estilo aparecen también los flecos a modo de volante, los madroños -al parecer procedentes de Francia-, las borlas y las redes, como elementos decorativos.
El majo usa jaqueta -una especie de chaqueta ceñida, que en 1808 es corta y se denomina "torera"-, chaleco, camisa, calzones, faja de colores y pañuelo al cuello. Cubren la cabeza con una cofia y montera o tricornio.

Como prenda de abrigo, la capa, que se exportará al resto de Europa, al igual que la mantilla.
El hecho de que siempre se haya relacionado la indumentaria del majo con la del torero -incluso al jubón corto se le denomina "torera"-, se debe a que es a finales del siglo XVIII cuando se fija el "arte del toreo", casi tal y como está hoy en día, no existía un traje específico para los toreros y estos salían a la plaza vestidos de calle; es decir, vestidos de majos. Con el tiempo este traje quedará como fosilizado y se mantendrá con muy pocos cambios, hasta hoy.


Aunque los majos eran personas modestas, cuidaban mucho su indumentaria, que se caracterizaba por un rico colorido y una abundante decoración a base de abalorios, pasamanería, galones en las costuras, caireles, cordones, cintas..., sobre todo en el caso del traje de fiesta o gala.



Basquiña: Falda exterior española, tanto en el traje de corte como en el popular, fruncida en la cintura, que con el tiempo ha ido cambiando en cuanto a forma, tejido, decoración y uso. Así, a partir del siglo XIX, este término se emplea únicamente para designar la falda de color negro que se usa para salir a la calle.

Calzones: Prenda de vestir masculina, con dos perneras, que cubre desde la cintura hasta las rodillas.

Casaca: Prenda que se ponía sobre la camisa y la chupa. Se caracteriza por ser entallada, con delanteros abiertos y largos faldones, que podían ser rígidos, al estar armados, y que llegaban hasta las corvas. Con el paso del tiempo estos faldones fueron estrechándose. Lo mismo ocurrió con las mangas, que acabaron ciñéndose a los brazos.
La casaca de mujer era más corta de mangas y de faldillas, y estaba inspirada en la masculina, con sus pliegues y abertura en la espalda.

Cofia: Funda de red o tela ajustada a la cabeza que usaban hombres y mujeres para recogerse el pelo. En el siglo XVIII la cofia es el tocado propio de majos y majas, y frecuentemente consiste en una redecilla decorada con borlas en la punta y un gran lazo en la parte superior.

Chupa: Prenda ajustada al cuerpo que se llevaba bajo la casaca y sobre la camisa, con o sin mangas, y delanteros con botones. Su largo varió con el tiempo: primero llegaba hasta casi la rodilla y poco a poco fue acortándose, dando paso al chaleco, que ya termina recto en la cintura y prescinde de las mangas.

Jaqueta: Especie de casaca que usaban los majos. Se ajustaba al talle con una tela acolchada y los faldones, más cortos que en la casaca, que dejan las piernas al descubierto. Se llevaba sobre el jubón y tenía solapas.

Jubón: Prenda interior ceñida al busto, rellena de algodón, lana o borra, que vestían los hombres sobre la camisa, pero que también podía ser exterior.
Las mangas se confeccionaban con dos piezas alargadas y cosidas para que quedaran ceñidas. Las mujeres lo usaban siempre como prenda exterior.

Mantilla: Paño de seda, lana u otro tejido que utilizaban las mujeres para cubrir la cabeza y abrigarse. Su uso se generalizó entre las mujeres españolas desde el siglo XVIII hasta el último tercio del siglo XIX, momento en que se redujo su uso para ocasiones especiales.

Muselina: Tipo de tejido de algodón en ligamento tafetán. Es muy fino y de apariencia asedada debido a la delgadez de sus hilos, que fue posible gracias a la hiladora de Crompton, (1779), que conseguía una gran torsión de los mismos.



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